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consecuencias de la contaminación electromagnética
Alérgicos a la tecnología
Los expertos alertan de la proliferación de afectados por las radiaciones de dispositivos inalámbricos, una intolerancia que ya afecta al 3% de la población
concha Lago - Lunes, 15 de Agosto de 2011 - Actualizado a las 05:46h
bilbao
REPRESENTAN la cara B de una sociedad cada vez más tecnificada. Móviles de última generación, agendas electrónicas, ordenadores portátiles, mp3… Estos aparatos que, para la mayoría son de uso cotidiano, son nocivos para la salud de las personas electrosensibles, ciudadanos completamente vulnerables a los campos electromagnéticos, condenados a vivir al margen de la tecnología. En Euskadi se calcula que, cerca de 40.000 vascos, -más de un millón de ciudadanos en todo el Estado-, intentan sobrevivir en un entorno tóxico.
Y es que, según algunas estimaciones, la población electrosensible oscila ya entre el 3 y el 5% de la ciudadanía, personas para quienes la tecnología puede llegar a ser su peor enemigo, una cifra que además aumenta de forma galopante. Se calcula que 18 millones de europeos sufren este mal. En Suecia, primer país que aceptó la electrosensibilidad como causa de baja laboral (invalidez física), la cifra de afectados se eleva a 250.000.
Son personas que, en muchos casos, han debido abandonar su trabajo, que no pueden conciliar el sueño, que viven en una casa apantallada. El verano y la vida al aire libre son absolutamente incompatibles con los electrosensibles que no pueden disfrutar de los espacios públicos por las ondas de radio frecuencias que pululan por el medio ambiente. Están obligados a huir de todos esos lugares con portátiles con wifi para conectarse a internet, con iPads, iPods, inalámbricos, móviles...aparatos que invaden hoy ciudades, playas, hoteles, aeropuertos y hasta hospitales.
Es el caso de Irune Ruiz Zamakona, una basauritarra que considera que ni siquiera las zonas rurales están a salvo de esta tecnología. "Para empezar, las carreteras ya están completamente irradiadas con antenas. Y luego, igual vas a una casa rural, -a un hotel ni se nos ocurre-, y tenemos que estar comprobando si está despejada, si no tiene dentro wifi, teléfono inalámbrico... De hecho, interrogamos a los caseros sobre estos sistemas y estamos obligados a viajar con medidores para saber el grado de radiación y poder asegurarnos un mínimo descanso", indica.
Irune Ruiz asegura que "los electrosensibles somos los leprosos modernos porque no sabemos dónde meternos". "Hay zonas de El Arenal o de la Gran Vía que son invivibles porque todas las operadoras están presentes y la suma de radiación es brutal. Para nosotros, cruzar el puente del Arenal es un suplicio", sentencia. Ruiz quiere, sin embargo, aclarar que no es contraria al progreso. "A mí la tecnología me parece estupenda pero hacerlo todo inalámbrico -que conlleva una radiación bestial- e invadir todos los espacios públicos con esas ondas es tremendo. ¿Alguien se está preguntando el coste en salud que eso supone?", cuestiona.
La falta de precedentes históricos y el desarrollo relativamente nuevo de las tecnologías inalámbricas condiciona el hecho de que no existan protocolos o profesionales del sector médico especializados en detectar este tipo de trastornos. Sin embargo, ya hay muchos expertos que han advertido sobre la gravedad del tema. El doctor Joaquim Fernández Solà, del Hospital Clínic de Barcelona, alerta de la proliferación de personas que desarrollan gran sensibilidad a las ondas electromagnéticas de las redes wifi, un malestar que se manifiesta con trastornos que pueden ir desde ansiedad, vómitos, dolores de cabeza, migrañas, tos, escozor de ojos, irritabilidad, insomnio y eccemas en la piel. "Estamos ante un entorno nocivo y además hemos roto un principio básico que es el de precaución. No hay ninguna evidencia de que esto sea seguro, y esto es grave. Nuestro entorno, nuestro domicilio, nuestro trabajo, espacios comunes, tienen ondas cuyo efecto no está probado a largo plazo", afirma el doctor Solà. Para este experto en cansancio y fatiga crónicos, "somos la primera generación expuesta a estas radiaciones, y vamos sumando exposiciones que no están medidas ni aseguradas".
Sumergidos en este mar de ondas, Francisco Canals, experto en nuevas tecnologías, asegura que "existe un número creciente de consumidores que argumentan algún tipo de trastorno tras la exposición de redes wifi, una contaminación invisible y silenciosa". "Antes fumar era una señal de distinción y ahora está perseguido. Quién sabe si dentro de unos años no se perseguirán estos focos de emisión", afirma.
No en vano, estos usuarios declaran sentirse incomprendidos ante un escenario falto de estudios que avalen, estadísticamente, sus trastornos. Según el doctor Emili Mayayo, de la Universidad Rovira i Virgili y el Hospital Joan XXIII de Tarragona, los primeros síntomas de esta intolerancia son la alteración del sueño, la irritabilidad y el cansancio crónico. Problemas absolutamente frecuentes hoy en día.
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